domingo, 5 de junio de 2016

al modo Realegeño

¡Ay Dios mío!
¿Cómo sé te ocurrió poner cada parte de su arte en el lugar correcto?
No sé mi Señor, pero en tu santa misericordia, 
me has dejado contemplar tan escultural elipse de su boca
y más esa mirada corola 
que simplemente se encuentra fuera de esta órbita.
¡Dios mío!
Solamente la veo caminar y me quedo directo observando esas curvas...
¡Sí! esas curvas prominentes al sonreír.
¿A quién no atrapas con tu inmaculado rostro que vistes como un majestuoso altar?
Con cada regocijo que dejas volar, 
alegras a cualquier individuo al escuchar esa naturaleza tan vivaz
y que embelesa hasta la lluvia 
porque al verte, 
naturalmente quiere recorrer con cada gota, 
tus maravillosos bordes que llevas al hablar.
¡Ay Señor!
No se diga de sus astros que iluminan hasta el alma más maligna
y que solamente parecen la miel 
por parecer tan dulces como ese bello atardecer de tornasoles...
Y conjuntamente juegan a ser la dulce primavera 
con esos remolinos bellos de sus mejías;
y en sí, a lo distante cada parte de ella es tan impecable como la dulce inocencia 
de aquellos niños al recrearse.
¡Qué esplendor el qué derrama con su Venus!
Ojalá Dios me permita mutar en alguna brisa para poder acariciar esa tierna sonrisa
o al menos ser un mensajero de Dios para ver su sustancia angelical. 
Alejandro Ayalá

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