Ni la muerte sabe tan amarga
al ver a un ser amado pasar por un impedimento
del cual nadie más que ellos pueden solventar
porque se encuentran fuera de tu región,
y el desconsuelo es tan impactante... o infinito
que ves como un león se come a su presa,
y tú, a lo lejos te quedas sin poder nada más que gotear
las mejías para que el dolor no pase seco
y así minimizar la congoja que suele pasear
por los caminos nobles del corazón...
Si tan solo esta tierra de fuertes y de débiles
no fuera para ninguno de los dos,
la subsistencia de tus amados,
de aquellos expatriados, no por la patria,
sería un río vivo para los que sin voz se fueron...
a la fuerza, pero así lo hicieron.
¡Cómo los extraña su terruño aun con esta deyección de catervas!
Amor lejano, sufro tanto por no poderte dar la mano
y mis sentimientos están congelados
para guardar lo poco que queda de ti.
Tormenta y monzón
que abate a la bomba escarlata de mi amor,
pronto, ¡Sí!,
muy pronto buscaré como ver a los que se fueron
para darles un abrazo de acá estoy yo,
guardando los perfumes de tus cabellos y la piedra negra junto a la flor
que me donaste antes de partir lejos...
y decirme adiós.
Alejandro Ayalá
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