viernes, 3 de junio de 2016

Carta a quien corresponda...

Hoy te vi entre tanta multitud y jamás imaginé
que aquella mirada iba algún día a hablar...
Al escuchar su naturaleza, pude ver muchas espinas,
algunas bien clavadas en su interior, y aunque ella no me dijo nada, 
sus ojos clamaban por una pequeña gota de esperanza...
Una promesa de amor que pudiera botar esa gran muralla 
de dolores y penas que han inundado las costas oceánicas de su boca
ya que sus dos cielos no paran de llover.
Y al intentar atender ese mar de lagrimas,
no puedo evitar el calvario que me causa verla así.
En ocasiones, simplemente quisiera decirle
que soy un marinero buscando enjugar cada gota,
pero como decirle en este momento tan difícil 
que desde hace tiempo
mis ojos ya no la miran como una simple amiga;
por ello, prefiero enmudecer cualquier sentimiento
que mi corazón disponga, 
y mejor remotamente te amaré a escondidas 
en conjunto con la soledad.
No sé preciosa perla del reflejo de mis ojos
¡No sé!
si debo simplemente guardar este volcán que late por ti,
pero quién soy para inmiscuirme en el palpitar de tus entrañas...
Así que seré un impostor que te escucha y abraza 
mientras mi pasión me consume cada centímetro 
por decirte que él no te merece y quizás yo tampoco o no lo sé.
Pero mientras tu te derrumbas por un hombre que no quiso tu querer,
yo sigo guardando tus dolores al verte llover
y mi amor por decirte,
"Te amo aunque no de la misma forma como la que tú me ves." 
Y cuando me preguntes por qué estoy triste,
simplemente te diré: "No lo sé..."
Alejandro Ayalá

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