Hijos del Cuyo nacidos en tierra Cuscatleca.
Tienen tantos hermanos chiquitos
que les gusta caminar tanto
por las selvas del asfalto,
y así van de semáforo en semáforo
hasta completar la faena del día.
A veces estas pobres crías lo único que llevan
es una frondosa barriga y mucha tierra entre
sus uñas.
¿Don Cuyo o doña Cuya,
por qué no te encargas de sustentar
los frutos de las entrañas ya paridas?
¡Hay señora Cuya!
ya deje de traer más al mundo
de lo que no tendrá libertad, y mejor
dedíquese a criar la montonada,
el cachimbo o el gran vergo de pequeñitos
que deambulan a pata descalza
o como en los cantones, andar a chuña.
Ya comen más los desnutridos chuchos de la calle
que los hijos de la familia Cuyo,
cuyos Cuyos viven en la austeridad.
Y como la cabeza, ni el frijol, ni el maíz,
ni la tortilla les alcanzan,
para lo único que les sirve la cabeza
es para marimbear a los nuevos miembros por
venir.
Alejandro Ayalá
Tienen tantos hermanos chiquitos
que les gusta caminar tanto
por las selvas del asfalto,
y así van de semáforo en semáforo
hasta completar la faena del día.
A veces estas pobres crías lo único que llevan
es una frondosa barriga y mucha tierra entre
sus uñas.
¿Don Cuyo o doña Cuya,
por qué no te encargas de sustentar
los frutos de las entrañas ya paridas?
¡Hay señora Cuya!
ya deje de traer más al mundo
de lo que no tendrá libertad, y mejor
dedíquese a criar la montonada,
el cachimbo o el gran vergo de pequeñitos
que deambulan a pata descalza
o como en los cantones, andar a chuña.
Ya comen más los desnutridos chuchos de la calle
que los hijos de la familia Cuyo,
cuyos Cuyos viven en la austeridad.
Y como la cabeza, ni el frijol, ni el maíz,
ni la tortilla les alcanzan,
para lo único que les sirve la cabeza
es para marimbear a los nuevos miembros por
venir.
Alejandro Ayalá
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